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By Salomon Paredes January 3, 2025
¡Feliz Año Nuevo! Nos encontramos al inicio de un nuevo capítulo en nuestras vidas, un tiempo lleno de posibilidades, desafíos y bendiciones. Como cristianos, es un momento perfecto para reflexionar sobre el año que dejamos atrás y ponernos en manos de Dios para lo que viene. El inicio del año es una oportunidad para renovar nuestra fe, establecer nuevos propósitos espirituales y, lo más importante, caminar más cerca de Cristo. Renueva tu Compromiso con Dios Al comenzar este año, te invito a reflexionar sobre tu relación con Dios. El apóstol Pablo nos recuerda en Filipenses 3:13-14: "Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: Olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo hacia la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús." Es fácil quedar atrapado en las preocupaciones del pasado, pero Dios nos invita a dejar todo eso atrás y a enfocarnos en lo que Él tiene preparado para nosotros. Este es un buen momento para hacer un balance de tu vida espiritual y renovar tu compromiso con Él. ¿Has estado buscando su voluntad en cada aspecto de tu vida? ¿Estás dispuesto a seguir Su llamado este año con más fervor y dedicación? Un Año de Esperanza Este nuevo año trae consigo incertidumbre y retos, pero como cristianos, tenemos una fuente inquebrantable de esperanza. Romanos 15:13 dice: "Que el Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo." Nuestro Dios es un Dios de esperanza. Él no solo nos da la fortaleza para enfrentar lo desconocido, sino que también nos llena de paz y gozo en medio de cualquier circunstancia. Este año, más que nunca, podemos confiar en que Él tiene el control de todo y que, como hijos de Dios, su plan para nosotros es bueno, agradable y perfecto. Propósitos Espirituales para el Nuevo Año Al igual que muchas personas establecen metas personales o profesionales al inicio del año, es importante que como cristianos también establezcamos propósitos espirituales. Algunos ejemplos pueden ser: Leer la Biblia todos los días: Un plan de lectura bíblica es una excelente manera de mantener nuestra fe viva y activa. Orar con más intención: La oración es nuestra conversación diaria con Dios. Proponte orar cada día, entregándole tus preocupaciones y agradecimientos. Servir a los demás: En el ejemplo de Cristo, debemos buscar maneras de ayudar a los demás, ya sea dentro de nuestra iglesia, en nuestra comunidad o en el mundo. Perdonar y dejar el rencor atrás: El perdón es un acto de obediencia y libertad. Este año, decide vivir sin cargas del pasado. Dios Está Contigo en Cada Paso Es posible que te enfrentes a momentos difíciles en este nuevo año, pero no olvides que Dios camina contigo. Él es tu roca firme, tu refugio y tu fuerza. En Isaías 41:10, Dios nos asegura: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia." Este versículo nos recuerda que no estamos solos. Aunque a veces las circunstancias nos hagan dudar, podemos confiar en que Dios nos fortalecerá en cada paso que demos. Mantente firme en su palabra, porque Él nunca nos dejará ni nos desamparará. Conclusión: Un Año de Fe y Gratitud Que este nuevo año sea un tiempo para fortalecer tu fe, renovar tu esperanza y experimentar el amor de Dios de una manera más profunda. Vive este año con la certeza de que, aunque no conocemos el futuro, Dios ya lo tiene en sus manos. Con Él, cada día es una oportunidad para crecer y vivir con propósito. Comencemos este año con una actitud de gratitud y confianza, sabiendo que Dios tiene grandes planes para nosotros. Que este sea un año de fe, esperanza, crecimiento espiritual y transformación. ¡Bendiciones para ti y tus seres queridos en este 2025! Que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde vuestros corazones y mentes en Cristo Jesús. Autor: Salomón Paredes
By Salomon Paredes December 30, 2024
Hace un tiempo, me encontraba con un grupo de jóvenes en Trinidad y Tobago, con muchas expectativas por un evento que habíamos planeado durante semanas. Llegamos al lugar, pero al ver las sillas vacías, sentimos una profunda decepción. Sin embargo, decidimos no rendirnos. En lugar de quejarnos, nos arrodillamos a orar, pidiendo la dirección de Dios, sabiendo que lo que realmente atrae a las personas es Su poder, no nuestro esfuerzo. Como dice Isaías 40:29-31 "Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas." Esa noche, nos enfrentamos a la opción de quedarnos inactivos o de actuar en fe. Optamos por seguir adelante, confiando en que Dios nos guiaría. En Eclesiastés 9:10 se nos recuerda: "Y todo lo que te venga a la mano, hazlo con todo empeño" En momentos de incertidumbre, como cuando enfrentamos obstáculos en nuestros planes o vemos que las circunstancias no se desarrollan como esperábamos, debemos recordar que el destino no está determinado solo por lo que vemos a nuestro alrededor, sino por nuestra obediencia a Dios. Cuando las "sillas vacías" aparecen en nuestra vida, ya sea en nuestros ministerios, proyectos o relaciones, es fácil caer en la frustración. Sin embargo, en esos momentos, Dios nos llama a orar, a buscar Su dirección y a confiar en que Él está trabajando detrás de cada situación. La clave está en actuar con fe, aunque no veamos resultados inmediatos. Isaías 40:29-31 nos enseña que cuando esperamos en el Señor, Él nos da nuevas fuerzas. No importa cuán cansados o desanimados nos sintamos, Dios es quien renueva nuestras fuerzas para seguir adelante. Esto es un recordatorio de que, en vez de rendirnos ante la adversidad, debemos movernos con fe y obedecer lo que Él nos llama a hacer. Eclesiastés 9:10 nos desafía a hacer todo con empeño. La acción, incluso en tiempos de duda, es una expresión de nuestra confianza en que Dios está guiando nuestros pasos. El destino que Dios tiene para nosotros no se cumple solo con buenos deseos, sino con nuestra disposición a actuar, a movernos a pesar de las dificultades y a confiar en que Él está obrando en nosotros. Así que, cuando enfrentes momentos de vacío o incertidumbre, recuerda que tu respuesta puede ser el punto de inflexión. Actúa con fe, ora con fervor y sigue adelante, sabiendo que Dios tiene el control. Él no solo está en el destino final, sino también en cada paso que damos hacia él. Autor: Salomón Paredes
By Priscila Villavicencio December 30, 2024
Sanando tus Heridas en Medio de la Batalla La vida cristiana es una constante batalla. En este mundo lleno de dificultades y adversidades, a menudo nos encontramos luchando con heridas emocionales, espirituales o físicas. La comparación de esta lucha con nadar en aguas llenas de tiburones puede ser una forma poderosa de ilustrar la sensación de vulnerabilidad que sentimos cuando estamos heridos. Sin embargo, aunque la batalla puede parecer insostenible, hay esperanza. No estás solo, y hay un lugar seguro donde puedes encontrar sanidad y restauración: ese lugar es el refugio que solo Dios puede ofrecer. Como mencionamos, la lucha en la vida cristiana es constante, y muchas veces, al estar heridos, intentamos seguir nadando en un mar lleno de tiburones. Cuando estamos sangrando, nuestras fuerzas disminuyen y nuestro corazón se llena de desesperación. El salmista lo expresó de esta manera: “El Señor es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma” (Salmo 23:1-3). En el fragor de la batalla, podemos sentirnos como si estuviéramos sin fuerzas, pero Dios es nuestro refugio, nuestro consuelo, y Él nos ofrece un lugar de sanidad. Es imperativo entender que para sanar nuestras heridas necesitamos llegar a tierra firme. En Isaías 53:5, la Palabra de Dios dice: “Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por su llaga fuimos nosotros curados”. Jesús, al morir en la cruz, tomó sobre sí mismo nuestras heridas y sufrimientos para que pudiéramos ser restaurados. A menudo, las heridas no son visibles, pero se manifiestan en nuestras emociones, pensamientos y acciones. Muchas veces, intentamos llenar el vacío o calmar el dolor con alternativas que solo nos alejan más de la sanidad real. Algunas personas recurren a drogas, relaciones equivocadas, o incluso cambios drásticos en su cuerpo, como perder o ganar peso de manera significativa. Estas son señales de que algo profundo necesita ser sanado. El apóstol Pedro nos recuerda que Jesús vino a sanar a los quebrantados de corazón. En 1 Pedro 2:24 leemos: “El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por su herida fuisteis sanados”. Al detenernos a reflexionar, es importante reconocer que nuestras heridas emocionales o espirituales no desaparecerán con remedios temporales. Solo al acudir a Cristo, el Sanador divino, podemos encontrar sanidad verdadera. Una de las preguntas más difíciles que enfrentamos cuando estamos heridos es: "¿Por qué Dios permite que esto me pase a mí?" La tentación de culpar a otros o a las circunstancias es grande. Sin embargo, debemos recordar que no siempre podemos entender el propósito detrás de cada sufrimiento. En el libro de Job, Job mismo enfrentó grandes pruebas y cuestionó a Dios, pero al final reconoció la soberanía de Dios y su infinita sabiduría. En 2 Corintios 1:3-4 se nos recuerda que Dios es el consolador por excelencia. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”. A veces, nuestras heridas tienen un propósito que solo Dios puede comprender completamente. En medio de la batalla, no debemos perder la esperanza, porque Dios puede usar nuestros momentos más difíciles para fortalecernos y prepararnos para ayudar a otros. El sufrimiento no es en vano si lo entregamos a Dios y permitimos que Él nos restaure. Es tiempo de acudir al “Doctor de doctores”, a tu Creador. Él te formó, te conoce más que nadie, y tiene el poder de sanarte. En Mateo 11:28, Jesús mismo nos invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. En el momento en que te sientes más débil, más herido, Jesús está esperando para sanarte. No tienes que luchar solo. Recuerda que no importa cuán profunda sea la herida, Dios tiene el poder para restaurarte. Él te creó, y si pudo formar al primer hombre de la tierra y a la primera mujer de una costilla, ¿por qué no podrá restaurar tu corazón herido? Es hora de dejar de buscar remedios temporales y buscar al único que tiene el poder de sanar, restaurar y dar paz. La vida cristiana es una lucha constante, pero no estamos solos. Si te sientes herido, recuerda que Dios tiene el poder de sanar todas tus heridas. Busca su refugio, acércate a Él en oración y deja que su sanidad fluya sobre ti. Como nos recuerda 2 Corintios 12:9, “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por lo tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”. Dios puede usar incluso nuestras debilidades y heridas para mostrar su gran poder. No estás solo. Dios es tu sanador. Él es tu refugio seguro. En Él hallarás la fuerza para continuar la batalla, y en su tiempo, serás restaurado completamente. ¡Ve a Cristo, el Sanador! Autor: Salomón Paredes
By Salomon Paredes December 10, 2024
Tal vez te sientas como el hijo pródigo, alejado de los caminos de Dios. No estás conectado a una iglesia, no estás honrando tu cuerpo como el templo del Espíritu Santo, o simplemente has tomado un tiempo para aclarar tu mente. Sin embargo, es el momento de regresar a casa. ¿Qué es "Casa"? En el contexto cristiano, "Casa" no solo se refiere a un edificio, sino a un lugar de refugio, protección y alimento espiritual. La iglesia es esa casa donde podemos hallar paz y fortaleza, donde Dios nos alimenta con su palabra y nos rodea de personas que buscan lo mismo: refugio en Él. La Biblia nos recuerda: "Porque en él vivimos, nos movemos y existimos" (Hechos 17:28, NVI). Así como una casa física es un lugar de descanso, la iglesia es un refugio espiritual donde podemos encontrar el consuelo de Dios. ¿Por Qué Regresar? Es natural que, a veces, pensemos que estamos bien sin necesidad de regresar a Dios o a la iglesia. Puede que te sientas satisfecho con la vida que llevas, pero si examinas tu corazón con sinceridad, notarás que hay algo que falta. La paz que solo Dios puede dar no se encuentra fuera de su presencia. La Biblia nos recuerda el amor incondicional de Dios, quien siempre está esperando nuestro regreso: "Pero mientras aún estaba lejos, su padre lo vio y, lleno de compasión, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó" (Lucas 15:20, NVI). Así es Dios contigo: te espera con los brazos abiertos, listo para restaurarte. El Regalo de la Vida Eterna Regresar a casa no solo significa encontrar paz y refugio, sino también recibir el más grande regalo: la vida eterna. La reconciliación con Dios trae consigo una nueva esperanza. La Biblia dice: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo el que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna" (Juan 3:16, NVI). Este regalo de vida eterna es el propósito final de regresar a los brazos del Padre, donde encontramos perdón y restauración. Si te has alejado, hoy es el día para regresar. Dios no te rechaza, sino que te ama profundamente y te espera con los brazos abiertos. No importa cuánto tiempo haya pasado ni cuántos errores hayas cometido. Él te ofrece su perdón y la oportunidad de comenzar de nuevo. Regresa a casa, regresa a Dios, y recibe el refugio, la paz y la vida eterna que solo Él puede ofrecer. ¡Es tiempo de regresar a casa! Autor: Salomón Paredes.
October 2, 2024
En un mundo lleno de incertidumbres y desafíos, es esencial encontrar una base sólida sobre la cual construir nuestras vidas. El concepto de Dios como nuestra roca y refugio resuena profundamente en el corazón de cada creyente. En tiempos como los que vivimos, es vital recordar que no estamos solos. Somos parte de un cuerpo más grande que trabaja en unidad para propagar el evangelio. Las herramientas tecnológicas, como los sitios web y las aplicaciones de la iglesia, facilitan nuestra conexión y comunicación. Estas innovaciones reflejan nuestro deseo de avanzar en la misión de Dios y de apoyarnos mutuamente en el camino. El mensaje central de la fe es la figura de Dios como nuestra roca. En momentos de dificultad, Él es nuestro refugio y fuente de fortaleza. Nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con Él. La certeza de nuestra salvación y el anhelo de conocer a Dios en el cielo son motivaciones poderosas que deben guiarnos en la vida diaria. La historia de David y Goliat nos enseña sobre la importancia de la obediencia y la fe. David, un joven pastor, siguió las instrucciones de Dios incluso en circunstancias difíciles. Su desafío a Goliat fue una declaración de confianza en la fuerza divina. Así, en nuestras propias vidas, estamos llamados a enfrentar nuestros gigantes con la misma fe, recordando que no dependemos solo de nuestras habilidades, sino de la fortaleza de Dios. La historia de Pedro, quien actuó de forma impulsiva en un momento de desesperación, nos recuerda que incluso los más cercanos a Jesús cometieron errores. A veces, nuestras acciones pueden ir en contra de la voluntad de Dios, especialmente en momentos de tensión. Es crucial recordar que la obediencia a Dios, incluso cuando es difícil, nos mantiene en el camino correcto. Debemos aprender a actuar con amor y gracia, confiando en que Dios tiene un plan perfecto. Las experiencias difíciles en la vida nos llevan a confiar en Dios. En esos momentos de fragilidad, encontramos nuestra verdadera fortaleza. La fe nos recuerda que, aunque podamos perder cosas terrenales, nuestra relación con Cristo nos proporciona una ganancia eterna. Él es nuestra roca y fortaleza en tiempos de prueba. El compromiso con Dios y el deseo de servirle apasionadamente son fundamentales. La iglesia es un lugar donde la fe y el deseo de seguir a Cristo se entrelazan. Al orar por la comunidad, se nos recuerda que somos parte de algo más grande que nosotros mismos. La oración y el servicio son los medios por los cuales Dios nos utiliza para alcanzar a otros. Hoy, te animo a que examines tu relación con Dios. ¿Es Él tu roca en momentos de dificultad? ¿Estás dispuesto a servirle con dedicación y obediencia? Al poner la "roca" de la obediencia antes de la "espada" de la acción, permitimos que Su fuerza obre en nosotros y a través de nosotros. Recuerda, en cada desafío, Dios está contigo. Confía en Su providencia, y que tu vida sea un testimonio de Su amor y fidelidad. ¡Que el Señor te bendiga en tu caminar diario! Autor: Salomón Paredes
October 2, 2024
En mi vida, el camino hacia un propósito divino ha estado lleno de sorpresas y desafíos. A los 18 años, decidí dedicar mi vida a Dios. Crecí en una iglesia hispana y tuve un encuentro transformador que me llevó a considerar ser pastor. Sin embargo, los planes de Dios a menudo me llevaron por senderos inesperados. Después de ese encuentro, me vi trabajando como repartidor. Al principio, sentí que estaba lejos de mi llamado. A pesar de las dificultades, decidí mantenerme constante y obediente. Esto me recuerda la historia de David, quien, aunque fue llamado a ser rey, tuvo que enfrentar grandes retos como pastor y guerrero. La narrativa de David y Goliat me inspira, ya que demuestra que la fe y la acción pueden conducir a grandes victorias. David no se sintió preparado hasta que se enfrentó a la maldad encarnada en Goliat. Su victoria fue un acto de confianza en Dios y una respuesta a su llamado. Un momento crucial en mi vida llegó cuando fui invitado a ser pastor de jóvenes. Todo parecía ir bien hasta que una picadura de avispa me llevó al hospital. A pesar de este contratiempo, aprendí la importancia de someterme a la autoridad de Dios y de permanecer firme en la fe, incluso en las situaciones más difíciles. Me identifico con la historia de Pedro, quien también tuvo sus altibajos. A pesar de haber negado a Jesús, fue restaurado y llamado nuevamente a servir. Jesús no se centró en los errores pasados de Pedro; lo instó a seguir adelante y cumplir su propósito. Esto me recuerda que mis errores no me definen, sino que son oportunidades para aprender y crecer. También quiero compartir mi experiencia personal durante el COVID-19, un momento crítico que puso a prueba mi fe. A pesar de las dificultades, encontré en mi relación con Dios la fortaleza necesaria para seguir adelante. Este testimonio me ha enseñado que, incluso en los momentos más oscuros, la fe puede ser un refugio y una guía. La misión de compartir el mensaje de Cristo continúa, y estoy convencido de que cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar. Mi historia, junto con las de David y Pedro, me muestra que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. Así como las uvas se convierten en vino, Dios trabaja en nuestras vidas para transformarnos y prepararnos para su propósito. El mensaje que quiero transmitir es claro: todos tenemos un propósito divino, y es fundamental permanecer firmes en nuestra fe. Los tropiezos son parte del camino, pero el amor y la paciencia de Dios siempre están a nuestro alcance para guiarnos. Al enfrentar mis propios Goliats, recuerdo que la victoria llega a través de la obediencia y la fe. Mi historia es un recordatorio poderoso de que, no importa cuán desviado me sienta, siempre hay una oportunidad para regresar y cumplir con el llamado que Dios ha puesto en mi vida. Autor: Salomón Paredes
October 2, 2024
En el corazón de la fe cristiana yace un llamado fundamental: ser reflejos de Cristo en todo lo que hacemos. Este llamado no es meramente una invitación a hacer las cosas de manera aceptable, sino a alcanzar la excelencia en todos los aspectos de nuestra vida. Este principio se profundiza con gran claridad y desafío al considerar cómo reflejamos la imagen de Cristo en nuestra vida diaria. El primer aspecto clave es la importancia de esforzarnos por la excelencia en nuestro carácter. En Génesis 1:26-27, se nos recuerda que Dios creó al hombre a Su imagen. Este versículo no solo habla de nuestra creación, sino también del propósito que Dios tiene para nosotros: reflejar Su carácter y esencia en todo lo que hacemos. Al igual que un hijo refleja la imagen de su padre, estamos llamados a reflejar la imagen de Cristo. Este llamado a la excelencia no se limita a la vida espiritual, sino que abarca nuestras finanzas, relaciones y dinámica familiar. La excelencia en estos ámbitos no es un lujo, sino una manifestación de nuestra obediencia y devoción a Dios. En tiempos difíciles, es esencial recordar que Dios tiene un plan para nuestras vidas. Jeremías 1:5 nos asegura que Dios nos conocía y formaba incluso antes de nuestro nacimiento. Este conocimiento y plan divino no se detiene en los momentos de dificultad. Al enfrentar retos, debemos recordar que estos momentos también tienen un propósito en el gran plan de Dios para nuestras vidas. La historia de José, quien a pesar de ser traicionado y vendido como esclavo, encontró un propósito mayor en sus sufrimientos, es un ejemplo poderoso de cómo Dios usa nuestras pruebas para Su gloria. Así como José fue colocado en una posición de autoridad para preservar vidas y continuar la obra de Dios, también podemos encontrar significado y propósito en nuestras propias dificultades. La excelencia no es un esfuerzo esporádico, sino un compromiso continuo. Los creyentes son animados a comprometerse plenamente con su crecimiento personal y espiritual. Esto implica permitir que Dios trabaje en todas las áreas de nuestras vidas: ministerial, marital, financiera y doméstica. La verdadera transformación ocurre cuando no somos selectivos con nuestro compromiso, sino que dedicamos nuestra vida completa al proceso de crecimiento y desarrollo que Dios tiene para nosotros. Nuestros pensamientos, palabras y acciones deben reflejar el nivel de nuestro compromiso con Dios. Cada aspecto de nuestra vida debe ser un testimonio de Su obra en nosotros. Este compromiso total no solo fortalece nuestra relación con Dios, sino que también impacta positivamente a quienes nos rodean, desde nuestra familia hasta nuestra comunidad. El llamado a la excelencia está íntimamente relacionado con seguir la voluntad de Dios. Aunque podamos tener buenas intenciones, el carácter necesario para cumplir con nuestra misión en la vida proviene de alinearnos con la voluntad divina. Lo que llevamos a la eternidad es nuestro testimonio del trabajo de Dios en nuestras vidas y nuestro compromiso de servirle. Es fundamental reflexionar sobre el papel que jugamos en impactar a nuestras familias y esforzarnos por la excelencia en nuestro carácter como cristianos. Este esfuerzo no es solo para nuestro beneficio, sino para glorificar a Dios y cumplir con el propósito divino para nuestras vidas. Como una invitación final, el llamado a la excelencia también implica renovar nuestro pacto con Dios y profundizar nuestra relación con Él. A través de la renovación de este pacto, no solo reafirmamos nuestro compromiso con Dios, sino que también abrimos nuestros corazones a Su trabajo continuo en nuestras vidas. El llamado a la excelencia es una invitación a reflejar la imagen de Cristo en todos los aspectos de nuestra vida, a entender y aceptar el propósito de Dios en nuestras dificultades, a comprometernos plenamente con nuestro crecimiento y a seguir Su voluntad con dedicación. Al hacerlo, no solo glorificamos a Dios, sino que también vivimos de acuerdo con el propósito divino para nuestras vidas. ¡Que este llamado a la excelencia inspire y motive a cada uno a vivir una vida que refleje la verdadera imagen de Cristo! Autor: Salomón Paredes
April 11, 2024
En nuestras vidas, a menudo enfrentamos desafíos, dudas y momentos de incertidumbre, pero recordemos siempre que nuestro Señor está con nosotros en cada paso del camino. Él nos moldea, nos guía y nos fortalece para cumplir su voluntad. Desde el momento en que fuimos concebidos en el vientre de nuestra madre, Dios ya tenía un plan para nosotros (Jeremías 1:5). Él nos creó a su imagen y semejanza (Génesis 1:27) y nos ha dotado con dones y talentos únicos para servirle y glorificarle en todo lo que hacemos. Así como una fábrica de carros Tesla construye cuidadosamente cada automóvil con precisión y excelencia, Dios nos está formando a cada uno de nosotros con amor y dedicación. Él nos ha dado libre albedrío para elegir nuestro camino, pero nos llama a entregar nuestras vidas a Él, como el algodón que se pone en un oso de peluche, permitiendo que Él nos moldee según su voluntad. ¿Cómo podemos dejar que Él nos procese? 1. Ser plantados: Al igual que un árbol plantado junto a corrientes de agua, debemos arraigar nuestras vidas en la Palabra de Dios. Meditar en su ley día y noche nos fortalecerá y nos permitirá dar frutos en su tiempo. 2. Hechar raíces: Necesitamos profundizar nuestras raíces en la fe, fortaleciendo nuestra relación con Dios a través de la oración, la adoración y el estudio de su Palabra. Esto nos dará estabilidad en medio de las pruebas y tribulaciones. 3. Dar fruto a su tiempo: Confiamos en que Dios tiene un tiempo perfecto para todas las cosas (Eclesiastés 3:1). Cuando permitimos que Él nos moldee y nos guíe, daremos frutos que perdurarán y glorificarán su nombre. Recordemos las palabras de Josué 1:9, donde Dios nos ordena ser fuertes y valientes, porque Él está con nosotros dondequiera que vayamos. No hemos sido dotados de un espíritu de timidez, sino de poder, amor y dominio propio (2 Timoteo 1:7). Por lo tanto, pongamos nuestra esperanza en el Señor, tengamos valor y animémonos mutuamente en la fe (Salmo 27:14). Recordemos siempre que Dios tiene un propósito con cada uno de nosotros. Permitámosle que nos moldee, nos guíe y nos fortalezca para cumplir su voluntad. Seamos como árboles plantados junto a corrientes de agua, dando fruto en su tiempo y confiando en su perfecto plan para nuestras vidas.
By Iglesia Tech March 27, 2024
En un mundo lleno de incertidumbre y desafíos, es fácil sentirse abrumado por las dificultades y las pruebas que enfrentamos. Sin embargo, en medio de las tormentas de la vida, hay una verdad poderosa que debemos aferrarnos: "No moriré, sino que viviré, y contaré las obras de Jehovah" (Salmos 118:17). Esta declaración de fe es más que una simple frase; es un recordatorio de que Dios tiene un propósito para cada uno de nosotros. En Filipenses 1:6, se nos recuerda que Dios está trabajando en nosotros, perfeccionando Su obra en nuestras vidas hasta el día de Cristo Jesús. Este proceso de perfeccionamiento es parte integral de nuestra jornada espiritual; no somos productos terminados, sino obras en desarrollo que están siendo moldeadas por las manos del Creador. En nuestra vida, pasamos por diversos procesos: desde la infancia hasta la vejez, cada etapa tiene su tiempo y su propósito. Sin embargo, independientemente de nuestra edad o circunstancias, hay una verdad fundamental que debemos abrazar: en Cristo, somos nuevas criaturas (2 Corintios 5:17). Ya no somos los mismos; hemos sido transformados por el poder de Dios. ¿Qué significa realmente vivir? Vivir es más que simplemente existir; es poder respirar libremente, tomar decisiones que nos conduzcan a la libertad y vivir en la plenitud del propósito para el cual fuimos creados. Esto incluye ser libres del pecado, de las deudas y de cualquier otra forma de esclavitud que pueda atarnos. Como dice Gálatas 5:1, Cristo nos ha libertado para que vivamos en libertad, y es nuestro deber mantenernos firmes en esa libertad. Pero la libertad que encontramos en Cristo va más allá de nuestras circunstancias externas; es una libertad del alma que nos permite adorar, danzar y proclamar con gozo las maravillas de nuestro Salvador. En 2 Corintios 3:17-18, se nos recuerda que donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Esta libertad nos guía hacia la dirección correcta, hacia la eternidad con nuestro Creador. Cada uno de nosotros ha sido creado con un propósito único y divino. Desde antes de nuestro nacimiento, Dios nos conoció y nos destinó para cumplir su plan perfecto (Jeremías 1:5; Romanos 8:29). Ya sea que estemos atravesando momentos de orgullo, enfrentando desafíos como el COVID, o viendo el cumplimiento de las promesas de Dios en nuestras vidas, podemos estar seguros de una cosa: estamos aquí por un propósito y Dios está trabajando en nosotros y a través de nosotros. Entonces, en medio de las pruebas y tribulaciones, recordemos estas palabras poderosas: "No moriré, sino que viviré, y contaré las obras de Jehovah". Mantengamos nuestra fe firme en Aquel que nos ha llamado, confiando en que Él cumplirá su propósito en nuestras vidas. Vivamos con esperanza, con valentía y con una profunda convicción de que, en Cristo, tenemos vida abundante y eterna.
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